No hace falta comentar las bondades de los coches eléctricos. Sostenibles, eficientes, no contaminantes… Todo estupendo, pero apenas se venden. Sencillamente, no son prácticos: tienen escasa autonomía, hay pocos puestos de recarga y, además, hay que tenerlos enchufados horas.
Lo que hay no sirve (o sirve poco), por eso la industria está volcada en idear nuevos sistemas para lograr energía eléctrica ininterrumpida en cualquier momento. Unos, como BMW, quieren aprovechar lo que ya existe en abundancia: farolas. El sistema es sencillo, esas luminarias contarían con un enchufe al que se podría enganchar cualquier coche previo pago con tarjeta.
Dos problemas: no hay farolas en todas las carreteras y no todas tienen fácil acceso. Además, ¿cuánto tiempo tendríamos que estar parados hasta recargar las baterías?
Parece un buen intento, aunque hay muchas más esperanzas puestas en desarrollar sistemas colocados en el asfalto y que carguen de electricidad el coche solo con pasar por encima. Algo muy parecido al viejo scalextric, pero con pilas para que no tengas que pulsar el mando todo el tiempo.
Un ejemplo práctico es el sistema ideado por Alston y Volvo de recarga de vehículos pesados para darse cuenta de la similitud. Cuando la batería necesita recarga, el camión o el autobús se pone sobre dos carriles electrificados, baja un brazo para tomar la corriente y en pocos minutos ha acabado la operación. Y sin tener que parar.
La idea es una evolución de otra propuesta para autobuses y tranvías públicos urbanos: la Stationary Recharge Solution (SRS). En este caso el ‘enchufe’ está en las paradas del recorrido: pasan por encima del mecanismo y en solo 20 segundos se llena la batería, menos de lo que tardan en subir y bajar los viajeros. La solución podría ser válida también para trenes o el metro.
Al final no solo se trata de que los conductores y el Estado ahorren dinero con una energía mucho más barata, sino en ganar en salud al eliminar la principal fuente de contaminación y, además, en combatir el cambio climático reduciendo drásticamente las miles de toneladas de CO2 que los coches lanzan cada día a la atmósfera.
Todo tiene su inconveniente: crear una red de carreteras eléctricas cuesta dinero. Mucho dinero. Claro que lo mismo le decían a Edison cuando anunció que las bombillas sustituirían a las velas. Y no hace tanto ese fue el argumento (vil metal) contra los visionarios que adelantaron que la fibra óptica acabaría con el cobre. Cuestión de tiempo.