Todos sabemos que hay empresas que se dedican a la compraventa de coches usados y que están sujetas a la ley. Eso implica, por ejemplo, que deben ofrecer un año de garantía y que tienen la obligación de darte información veraz sobre el estado del vehículo y su historial mecánico. Está claro, por tanto, que si se trata de comprar seguro, lo mejor es acudir a uno de esos concesionarios (en todo caso, mejor escoger los de buena reputación).
Pero seamos honestos: un buen precio suele ser más atractivo que una buena garantía. Por eso, según la Asociación de Vendedores de Vehículos a Motor (Ganvam), el 60% de estas operaciones se realiza entre particulares ya que así se evitan la comisión del intermediario y el consiguiente pago del IVA.
El problema es que no es fácil saber el verdadero estado de un coche. Si eres mecánico o tienes uno en la familia, puedes dejar de leer esto. En caso contrario y si estás pensando en hacerte con un vehículo de segunda mano, te conviene atender los consejos que dan los expertos de Ganvam. En esto te tienes que fijar:
- Exterior e interior. Lo más fácil porque es lo más visible: una chapa bien conservada (sin óxidos ni zonas repintadas), puertas y portones que cierren sin problemas, tapicería en buen estado, funcionamiento del cuadro de mandos y de todo el sistema eléctrico (pilotos, luces)…
- Neumáticos. La profundidad mínima del dibujo de la goma es de 1,6 mm. Piensa que si tienes que cambiarlas tú el precio al final se puede encarecer unos cientos de euros. Y comprueba que esté la rueda de repuesto (y que esté en buenas condiciones).
- Arranque del motor. En un vehículo de inyección electrónica –ya lo son la mayoría– debe ser inmediato y las revoluciones sin acelerar tienen que permanecer estables. En caso contrario, busca otro coche.
- Dirección. Comprueba en marcha que después del girar el volante vuelve naturalmente a su posición original. Si sueltas el volante en línea recta, el coche no puede irse hacia los lados. El giro no tiene que provocar ningún ruido extraño y debe moverse igual de fácil hacia uno y otro lado.
- Trasmisión. Es el sistema que trasmite fuerza a las ruedas. Al girar y al acelerar no deben escucharse chasquidos ni ruidos raros. Vigila las manchas de aceite que puedan aparecer.
- Suspensión/amortiguadores. Empuja el coche hacia abajo sobre cada rueda: si los amortiguadores están bien, volverá suavemente a su posición; si no, subirá brusco y habrá un rebote. También se detectan problemas en la suspensión si el vehículo vibra al conducirlo, o hunde el morro cuando frenas, o tiende a desviarse y resulta difícil controlarlo.
- Pruébalos a fondo para ver cómo responden. Al hacerlo, el coche no debe desviarse. Si tiene sistema ABS, cuando pises a fondo notarás una vibración. En caso contrario, no funciona, así que no se te ocurra comprarlo porque la reparación es carísima.
- Las marchas tienen que entrar suaves y la palanca de cambio no debe tener holgura. Al pisar el embrague no tendrías que escuchar ningún ruido porque eso indicaría que está desgastado. Muy mal asunto.
- No debería apreciarse un color en el humo del motor. Si aparece blanco, significa que no llega suficiente gasolina; el negro indica que consume demasiado, y el azul, que quema aceite, y este es un problema serio.
- Líquidos. Pide el comprobante de la última vez que pasó una revisión y se cambió el aceite, el líquido de frenos y al anticongelante. Y revisa los niveles.
- Climatización. No debe tardar más de un minuto en descargar aire frío a un temperatura inferior a 10 grados (llévate un termómetro).
Cierto, son muchas cosas que hay que comprobar para que no te den gato por liebre, pero si no lo haces la broma puede salirte por un ojo de la cara. Hay demasiados gatos y no tantas liebres.