Tribunal de Cuentas: el Gran Hermano que no le quita ojo a la UE

 

 

TRIBUNAL DE CUENTAS LIMPIO

El Tribunal de Cuentas, algo así como el ojo que todo lo ve cuando se trata de finanzas. Observar. Controlar. Informar. Parecen los elementos de una película con detectives privados, y de hecho algo tiene que ver con eso, es el Gran Hermano de la Unión Europea (UE). 143.885 millones de euros. Ese es el presupuesto de la UE para este año. Una cifra respetable… sobre todo si tenemos en cuenta que hay miles de partidas, de proyectos que emprender, de pagos y de gastos. ¿Y quién decide todo este baile presupuestario? Pues el Parlamento Europeo, la Comisión y los consejos de los estados miembros. Es en ese momento cuando se pone en marcha la maquinaria del Tribunal de Cuentas Europeo.

Lo de ‘tribunal’ te sonará a ‘jueces’ y con razón, porque actúan como ellos en los asuntos económicos. Son 28, uno por cada estado de la UE, reconocidos expertos en cuestiones de números y, lo más importante, absolutamente independientes de las instituciones políticas.

Más o menos funcionan como el árbitro de un partido de fútbol: no tienen relación los equipos y toman decisiones sin hacer caso de consejos ni quejas. Ahí, en mitad del campo. Este organismo sigue sus propias normas y tiene plena libertad para decidir en cada momento qué debe someterse a su investigación, cómo lo hace y dónde y cuándo presenta sus conclusiones.

Cientos de inspectores trabajan para el tribunal recopilando información, comprobando si se hace buen uso del dinero y si se obtienen los resultados previstos.

Ellos forman el verdadero Gran Hermano financiero, los vigilantes que en sus informes comunican que todo está bien o… hacen saltar las alarmas. Si hay irregularidades, el Tribunal de Cuentas Europeo ordena inspecciones y presenta los resultados en la UE.

Pero además de auditar y fiscalizar el dinero, sus miembros también aconsejan. Que para eso son expertos. Siempre que se lo piden las instituciones europeas, realizan estudios para lograr una mejor gestión financiera. Es decir, para que se puedan hacer más cosas gastando menos o mejor.

Al final, se trata de que los ciudadanos europeos estemos seguros de que los euros que aportamos a la UE a través de nuestros impuestos estén siempre en buenas manos.

 

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